De vez en cuando pongo cara seria, me concentro, tomo mi pluma…y nada. De mi cabeza llena de piojos no sale ni un verso, ni una oración sustanciosa, mucho menos un albur rasposo. Una verdadera lástima.
Uno creería que eso de estar en una relación con tonos sentimentales debería convertir mi cabeza en un campo fértil de cursilerías de todos colores, y no. nada de nada. Sospecho que de ahí viene mi sequía: tener algo en que descargar en físico elimina mi necesidad de descargar en letras. Así con todo y doble y triple sentido incluido.
¿Qué será de mí sin poemitas piteros? ¿Sin cuentos malos con personajes tristes y sosos? ¿acaso yo misma me he convertido en un personaje triste y pitero?
Además estoy vieja.
El sinaloense – mi novio pues- y yo fuimos atacados por un grupo de suripantas pubertas que nos pidieron, cuasi suplicaron, que les compráramos una cajetilla de cigarros, que ellas no tenían identificación. Así de peludotes y alcahuetes nos vieron. Hasta encendedor les compramos.
Peor aún: ayer fuimos a casa de uno de sus primos a beber alegremente.
“¿y tú cuántos años tienes?” me preguntó la novia del primo “veintiuno” contesté con la barba crecida “uy y yo tengo 18 y ya me siento grande”. No country for old men pues.
De una vez les cuento que se supone que en poco tiempo escribiré en otro blog asuntos sexosos, todavía no sé cómo le voy a hacer. A ver que sale.
Uno creería que eso de estar en una relación con tonos sentimentales debería convertir mi cabeza en un campo fértil de cursilerías de todos colores, y no. nada de nada. Sospecho que de ahí viene mi sequía: tener algo en que descargar en físico elimina mi necesidad de descargar en letras. Así con todo y doble y triple sentido incluido.
¿Qué será de mí sin poemitas piteros? ¿Sin cuentos malos con personajes tristes y sosos? ¿acaso yo misma me he convertido en un personaje triste y pitero?
Además estoy vieja.
El sinaloense – mi novio pues- y yo fuimos atacados por un grupo de suripantas pubertas que nos pidieron, cuasi suplicaron, que les compráramos una cajetilla de cigarros, que ellas no tenían identificación. Así de peludotes y alcahuetes nos vieron. Hasta encendedor les compramos.
Peor aún: ayer fuimos a casa de uno de sus primos a beber alegremente.
“¿y tú cuántos años tienes?” me preguntó la novia del primo “veintiuno” contesté con la barba crecida “uy y yo tengo 18 y ya me siento grande”. No country for old men pues.
De una vez les cuento que se supone que en poco tiempo escribiré en otro blog asuntos sexosos, todavía no sé cómo le voy a hacer. A ver que sale.
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