Me encontraba parado frente al lavabo azul; mi pancita pegaba contra él. Tenía seis años y traía puesto el uniforme del día de los honores a la bandera: suéter blanco, camisa blanca, pantalones blancos y cinturón y zapatos negros. Mi mano izquierda se encontraba firme sobre el lavabo; con la derecha, cepillaba mis dientes de forma simétrica, como siempre lo he hecho -en algún momento, incluso, llegué a marcar segundos para ellos de acuerdo a su importancia: 20, 30 ó 40-: los de enfrente y los de al lado de arriba a abajo, y las muelas en círculos.
Detrás de mí, con su cuerpo separado apenas unos milímetros del mío, se encontraba él, ataviado con sus pantalones de vestir, su camisa de cuadros y su suéter gris. Su aliento rozaba mi nuca; su mano derecha apretaba mi hombro. "Apúrate que ya es tarde", me decía, con su voz grave, herencia de la adicción al tabaco. Se dedicaba a observar, con paciencia, cómo yo bajaba y subía, y como, después, daba de vueltas.
Mi mirada se encontraba fija en la pared azul de enfrente. En mi mente se veían escenas de violencia verbal y de lágrimas. Comencé, entonces, a sudar. Mis piernas temblaban ante las irreparables ganas de ir al baño. Pero no podía ni decirlo: la pasta de dientes dominaba mi boca, y el terror, mi cuerpo. Sabía que si llegaba a orinarme, su rostro se compungiría de inmediato por el enojo; comenzaría a odiarme con sus palabras y movimientos; el odio lo conduciría a humillarme, a ponerme en una situación cuya única salida eran las lágrimas.
Cerré mis ojos. Los apreté con fuerza hasta que salieron lágrimas de ellos. La orina, entonces, comenzó a escurrir, quemando todo a su paso, por mis piernas. "¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿No puedes avisar?! ¡Vete a cambiar que ya es bien tarde! ¡Pinche chamaco marrano!". Me empujó afuera del baño. Con el cepillo todavía en la mano, y la boca sin enjuagar, subí las escaleras en dirección a mi cuarto. Sonreí dentro de mí. Celebré, mientras me ponía un pantalón limpio, que en esa ocasión no me hubiera dicho "pareces una pinche niña".
3 diagnósticos:
........Que pasado :( y la mayoria de ellos lo hacen por ke tmb les paso eso de niños, sufrieron el mismo maltrato....
ke feo... la violencia verbal es la peor de todas... y cuando se aprovechan de ke eres un niño (a) es mucho peor.... casi nunka te puedes defender....... :(
esa es la principal causa que muchos tengamos repudio a lavarnos los dientes, la causa secundaria es que somos unos cochinos.
Que buen trauma relatado, este si requiere varias terapias ;)
bueno, mi recomendación sería:
"ora orínale la tumba" y si no se ha muerto esperate ya no falta mucho...
"la vengadora"
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