Yo solía escribir...

Yo solía escribir y creer que era buena. Sentada en una banca en Coyoacán, mi ÉL me dijo que tal vez lo que me hacía falta era una buena dosis de traumas existenciales para poder escribir. Ahora transito en un infinito vaivén de vale-madrismo combinado con un neta-no-me-importa que la verdad hace parecer cada uno de mis tlic, tlic, tlic de mi siempre fiel computadora sinsentidos de niña no-sé-lo-que-me-falta para quejarme tanto. Sigo con él, él me jura que me ama, mientras otro ronda con una lujuria incesante de a-huevo-quiero-hacerlo-contigo y yo lo veo con nervios mientras está sentado a mi lado en el cine. Pero no quiero hacerlo, y siento la presión social por parecer una de esas que-no-le-teme-al-sexo, pero le temo a tener sexo donde mi Él no esté. Porque cada orgasmo con él sabe a querer decirle: "vamos a casarnos". Pero mi Él no quiere casarse.